martes, 10 de diciembre de 2013

Historia del Perú y Chile, textos escolares e integración binacional.

SOBRE EL PERDÓN


A propósito de la Guerra del Pacífico
Daniel Parodi (Historiador)
El jueves y viernes pasados se realizó en la Casa O'Higgins, en el Centro Histórico de Lima, el Congreso de Fraternidad Académica Chile-Perú “Diálogos para un nuevo tiempo”, organizado por el Dr. Aldo Panfichi en representación de la Pontificia Universidad Católica del Perú y el Dr. Esteban Valenzuela de la Universidad Alberto Hurtado de Chile. El importante evento fue inaugurado con los discursos del Sr. Fabio Vio Ugarte, embajador de Chile en el Perú, y del señor embajador Juan Fernando Rojas Samanez, viceministro de Relaciones Exteriores del Perú.
A mí me tocó hablar el jueves por la tarde sobre los textos escolares del Perú y Chile, junto con mi amigo de tantos años, el historiador chileno Patricio Rivera Olguín, cuya ponencia fue muy crítica de la historia escolar de su país debido al fuerte sesgo militar de sus relatos. También participó el historiador peruano José Chaupis, quien, en una línea de trabajo muy emparentada con la mía, llegó a cuestionar la poca atención que los textos escolares peruanos le ponen a eventos peruano-chilenos, fuera de la sobredifusión de la Guerra del Pacífico.
Es así que Rivera, Chaupis y el suscrito coincidimos en el diagnóstico de una historia escolar aún sesgada por el positivismo histórico, es decir, por un relato escolar del pasado básicamente nacionalista que prioriza hombres, batallas y héroes sobre, por ejemplo, mujeres, movimientos sociales y aspectos culturales, y en el que la narración refuerza la imagen de la colectividad propia en oposición a la vecina. Fue por eso que los dos ejes centrales alrededor de los cuales giró mi ponencia fueron la propuesta para una intersección peruano-chilena en la historia escolar, tanto como la iniciativa de una descentralización de la historia binacional sobre el escenario ideal de un fallo de La Haya acatado y ejecutado que pudiese cambiar definitivamente el futuro de la relación binacional, es decir, la manera como peruanos y chilenos nos miramos cotidianamente.
¿Qué significa intersecar las historias? Pues permitirnos en los textos escolares de educación secundaria algunas unidades con historias binacionales comunes e, inclusive, con historias del otro país desconocidas para el nuestro y viceversa, con lo que formaremos generaciones en una cultura del respeto hacia el otro antes que en la clásica rivalidad. La descentralización de la historia binacional apunta a lo mismo, pero en otro sentido, pues ataca el protagonismo que la Guerra del Pacífico mantiene en los textos escolares y la manera como su difusión eclipsa otros acontecimientos, como el apoyo de O'Higgins a la Independencia del Perú o la Alianza Peruano-Chilena contra España de 1864-1866.
Pero bien me recordó Patricio Rivera que no se trata de olvidar la Guerra del 79, ni de sencillamente reemplazarla por acontecimientos integracionistas. Así pues, la reconciliación con el pasado solo es posible cuando las partes conversan sobre su terrible vivencia, intercambian experiencias, se conocen, generan confianza entre sí y luego de ese proceso, que no es fácil, se dicen las cosas que se tienen que decir. Es así como funciona, y no lo digo yo, lo dice la extensa literatura que existe sobre reconciliación, lo dice el psicoanálisis y, en fin, toda la teoría posterior.
Que el Perú espera un perdón de Chile por lo ocurrido, claro que lo espera. Como señalé en la conferencia, es natural que la herida duela más en el lado que perdió el conflicto y que perdió territorios, más allá de las causas del evento y de las visiones que existen sobre él. Pero también debe comprender la colectividad peruana –y digo bien, la peruana– que una reconciliación como esta no es unilateral ni supone el caso de la negociación de un pliego de reclamos entre un sindicato y el empleador, es mucho más profunda, mucho más filosófica y ambas partes deben ir con dos ideas fuerza que son fundamentales: madurez y buena voluntad, pues quizá la palabra “perdón” brote, pero junto con otras palabras más, o tal vez no sea esta la que brote, sino otra parecida. Quizá, al concluir el proceso, el Perú también tenga algo que decirle a Chile. Lo que no podemos es tener miedo de decirnos lo que sentimos.
Tal vez un punto de partida para ambos podría ser comprender que el siglo XXI no es el XIX, que ninguno de nosotros peleó esa guerra, pero que, al mismo tiempo, sí es necesario que por fin hablemos sobre ella. Sobre esa base será mucho más fácil enseñar luego a nuestros niños, nuestras otras historias, las bonitas, las que nos unen, y que son muchas más. Ellos se lo merecen.
Fuente: Diario 16 (Perú). 10 de diciembre del 2013.

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